miércoles, noviembre 23, 2005
Chas chas
Lara y Santiago se miran, se sorprenden de la mano, se tiran besos y todas esas cosas cruelmente dulces que suelen hacer los novios. Después de un rato, él quiere irse con su amigo Gonzalo, pero ella construye y dedica una efectiva mirada de mujer. Santiago decide restarle eficiencia a la estrategia de Lara y se va igual. Lara llora, llora, llora.
De repente, termina la hora de jugar y ella ya pensó el castigo: no sentarse al lado durante la merienda.
Entre todos los protagonistas de la escena, suman apenas 9 años. Alguien que les explique que son demasiado jóvenes para empezar a repetir rutinas.
viernes, noviembre 18, 2005
Traicionera mente
Acabo de desear no ser tan consciente de ciertas situaciones.
Merezco guillotina y sangre derramada. O quizás estoy exagerando.
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Merezco guillotina y sangre derramada. O quizás estoy exagerando.
viernes, noviembre 11, 2005
Y
Viajar en colectivo es, como mínimo, interesante. Es algo así como convertirse en espectador espontáneo de detalles e intercambio de miradas.
Y si justo veo un graffiti, y si justo Cadacorazónesunacélularevolucionaria en la pared, se me va a ocurrir guardarlo escrito para mí en un papelito, pero resulta que no voy a tener lapicera. Entonces, voy a gestualizar un “Pucha!” desilusionado. Y ahí nomás mi espectador espontáneo de al lado quizás se dé cuenta de lo poco que hace falta para mi felicidad y me pregunte “¿Querés una lapicera?”. Yo voy a sonreír – no sin un poco de vergüenza – y voy a decir que sí, que quiero anotar algo. Después, voy a explicarle mi teoría sobre la tinta que se acaba justo cuando uno más la necesita, y qué atorrantas, estas lapiceras cada día peores. Él me va a decir que prefiere lápices porque mienten menos. Yo voy a querer contestarle perspicazmente, pero él va a disculparse porque ya tiene que bajar.
Y ahí es cuando me enamoro.
Y si justo veo un graffiti, y si justo Cadacorazónesunacélularevolucionaria en la pared, se me va a ocurrir guardarlo escrito para mí en un papelito, pero resulta que no voy a tener lapicera. Entonces, voy a gestualizar un “Pucha!” desilusionado. Y ahí nomás mi espectador espontáneo de al lado quizás se dé cuenta de lo poco que hace falta para mi felicidad y me pregunte “¿Querés una lapicera?”. Yo voy a sonreír – no sin un poco de vergüenza – y voy a decir que sí, que quiero anotar algo. Después, voy a explicarle mi teoría sobre la tinta que se acaba justo cuando uno más la necesita, y qué atorrantas, estas lapiceras cada día peores. Él me va a decir que prefiere lápices porque mienten menos. Yo voy a querer contestarle perspicazmente, pero él va a disculparse porque ya tiene que bajar.
Y ahí es cuando me enamoro.
martes, noviembre 08, 2005
Barrilete
Pise una, dos, tres… cien veces el hilo de tu barrilete, las distancias se acortaron crónicamente hasta tenerte imposiblemente cerca. Tus ojos me miraron, tus oídos me escucharon, pero no querías, no habías elegido estar allí.
Fue todo mio, todo, hasta ese instante en que comprendí y me aparte.
El hilo trepó rápidamente y volaste muy triste, pero eternamente segura.
equilibrista
jueves, noviembre 03, 2005
Algo así como euforia
Llego recién y noto que ponerse de acuerdo no es tan fácil como yo creía. Si me preguntan por qué, diría que en realidad no sé. Hay algo - camuflado en todo lo que vivimos - que nos hace argumentar distinto. Y qué va, diría noséquién, si discutir queriendo ponerse de acuerdo es perder el tiempo... Se me mezclan algunas ideas después de algunas cervezas, y hasta tengo que preguntarle al señor que maneja el colectivo si ya pasó por Avenida San Martín, porque me asusta ser la única que quedó arriba después de cerrar los ojos y soñar.
El efecto va pasando, pasando... me calmo, mis ojos se cierran, mis manos no escrib...
