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martes, febrero 26, 2008

Encuentros 

Las vueltas de los clicks me hicieron llegar el lunes pasado a una serie de entrevistas hechas por futuros colegas comunicólogos, como le gustaba decir a una docente, o comunicadores sociales, como nos gusta más a nosotros. La última de ese montón de preguntas y respuestas editadas era al tiernamente incisivo historiador Osvaldo Bayer. Entre muchas palabras, había algunas dedicadas a describir la casa de este sabio que vive seis meses en Argentina y seis en Alemania, donde su familia decidió quedarse después de ser perseguida por algunos repugnantes gobernantes -cacofonía. Estas palabras, decía, se detenían -sin dar coordenadas ni datos específicos- en un cartel que hay en la puerta de entrada al hogar dulce hogar de Bayer, en el que se lee: "El tugurio". Enseguida me gustó esa combinación de letras. Tugurio: choza o casilla de pastores / habitación, vivienda o establecimiento pequeño y mezquino. Bayer cuenta en la entrevista por qué ese término, por qué el cartel y por qué en la puerta, pero lo que me interesa no olvidarme es lo que sigue.
Ese mismo día, tres horas más tarde, fui como todos los mediodías para mi trabajo en Belgrano. Como hace poco hubo un cambio de oficinas, aún estoy descubriendo formas de llegar con distintos paisajes urbanos. Decidí entonces cambiar mi recorrido y en lugar de caminar por Cabildo, lo hice por la calle Arcos. De repente llegué a la avenida Monroe, y de repente subí la vista, y de repente vi una puerta, y de repente leí un cartel que decía "El tugurio", y de repente me sentí adentro de una cadena de hechos ¿azarosos? que desembocan en felicidad, y de repente sonreí.
Era lunes 18 de febrero, cumpleaños de Osvaldo Bayer.

¿No es genial?

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